Escuchar
Escuchar es algo de gran energía y paz. En las intimidades del sonido está el contacto prístino con la realidad no imaginaria. Escuchar vincula la tristeza de la vida sobre la tierra al sonido, a la luz y al color, a la forma de lo perceptible y al peso del cuerpo sobre la silla dura.
“Sabemos que toda la creación gime al mismo tiempo, ya desde su comienzo está con dolores de parto hasta ahora” Romanos 8:20-22.
La comprensión de los horrores de la condición humana llega con el mucho y el constante escuchar las recónditas intimidades del sonido. La capacidad de no tocar esa condición, que incluye a la hipnosis milenaria y atenazante, llega con el escuchar. El rígido destino que la humanidad elabora para si misma y los mamíferos, se revela con este escuchar. La destreza para sobrellevar la soledad final de todo ser vivo llega con este escuchar.
El amor al silencio y el reposo crece. Se van revelando en el propio cuerpo la paz, el amor profundo, la comunión con todo y la gran energía que se concentra en el músculo y en el cerebro. Llega la información anticipada de tragedias naturales y familiares, algunas de las cuales se compartieron con amigos que saben de esta realidad.
En los vericuetos más secretos del sonido, se va revelando la Conciencia Universal y desde ellos surgen vislumbres de la Eternidad y sus seres, que se hacen más frecuentes y profundos.
La clarividencia imperturbable nace de la recóndita y sutil intimidad del sonido. Aumenta en uno la calidad y la intensidad de la vida, por eso sorprende que la mayoría de los seres humanos no sean lo que pueden ser.
RFG