¿Procreación o Mutación Psicológica?
Amigos, desde anteriores congresos había sido invitada a participar con alguna ponencia, pero por razones diversas no había sido posible. Este año no quise dejar pasar la oportunidad, sobre todo porque creo que sería muy interesante compartir con todos ustedes un poco de mi percepción y experiencia personal al respecto del tema que nos une hoy, el cual atrajo mi interés desde el primer momento que se propuso: “La humanidad y su posible extinción: ¿Egoísmo o Percepción Unitaria?”.
El énfasis de mi ponencia será puesto más que nada en la procreación como factor paradójico que por un lado, tiene influencias genéticas, biológicas y sociales muy fuertes y por otro, es uno de los factores más relevantes que está poniendo en riesgo la continuación de la especie, tanto por la sobrepoblación como por la falta de inteligencia y compasión en el diario vivir, por lo que esta misma humanidad no ve que su crecimiento demográfico es, al mismo tiempo, su autodestrucción.
Luego, como mencioné antes, compartir un poco con ustedes, cómo ha sido y sigue siendo para Cecilia el haber podido abstenerse de la procreación, esta tendencia biológicamente intrínseca que aparentemente es parte del ciclo natural de la creación.
Se dice que la única función del gene es buscar su continuidad, que estamos constituidos genética y biológicamente para la reproducción de la especie sea como sea y cuando se estudia un poco la psicología biológica, no es difícil maravillarse de lo bien formado que está el cuerpo humano para buscar ese fin. Toda la vida en la tierra nos da evidencia de este maravilloso hecho.
Una de las más importantes herencias genéticas con la que nacemos es la habilidad de aprender, en el sentido de que la experiencia genera cambios conductuales en la generación viviente cuando está en peligro su supervivencia y su continuidad como especie. Esta habilidad de aprender, es producto de la selección natural para una más rápida respuesta y adaptación a un medio ambiente desafiante y no es exclusiva de los humanos, sino de todas las especies.
Aunque no soy experta en este tema, lo menciono como un importante referente ya que tengo la sospecha de que los seres humanos no parecen estar usando esa habilidad y aunque todo nos indique que como especie tenemos un alto riesgo de desaparecer, seguimos aletargados repitiendo y repitiendo nuestros viejos patrones de conducta.
Ante un panorama semejante ¿por qué nos seguimos reproduciendo de esta manera suicida? Me parece que la humanidad se reproduce por otras muchas razones que igualan o sobrepasan la mera tendencia de la continuidad biológica. Esas muchas razones las podemos definir simplemente con la palabra “egocentrismo”.
El ser humano se reproduce desenfrenadamente en su ilusorio afán por darle continuidad a esa entidad psicológica con la que se identifica psicosocialmente y que busca permanencia (ilusoria por supuesto) a través de su descendencia, tanto como la busca en sí mismo. (por ejemplo: vamos a tener hijos para darle unos nietos a mis padres, o porque ellos los quieren, vamos a tener hijos para que se parezcan a nosotros, para que hagan lo que nosotros no pudimos hacer, para que nos cuiden cuando seamos viejos, para no quedarnos solos).
Todos conocemos bien los estragos de una sociedad mundial en donde la desigualdad, la injusticia y la degradación del ser humano es la política esclavizante de los gobiernos del mundo, que las masas aumentan dentro de un contexto de marginación y falta total de educación, conllevando a una conducta aberrante con consecuencias también aberrantes en el contexto ambiental, moral y psicosocial.
Entonces, al parecer la conducta humana está sumergida en esta dualidad, por un lado celebramos la llegada de un nuevo ser; los genes celebran el triunfo de su reproducción, pero, por otro lado, una vez celebrado ese acontecimiento, ese nuevo ser queda completamente expuesto a una civilización anti-vida, genocida y suicida, una sociedad totalmente no apta para niños y ya, ni para adultos tampoco.
Si consideramos cómo han ido incrementándose los índices de población desde el año mil podremos apreciar cómo ha aumentado geométrica y gigantescamente la población mundial, tanto como han aumentado los graves problemas de esta civilización egocéntrica. Caos en aumento.
Entonces, ¿cuánto más se necesita para aprender que así la especie humana no tendrá otra alternativa que su propia desaparición? ¿Dónde está esa habilidad de aprender de la experiencia? Tenemos ya bastantes evidencias de especies desaparecidas y sabemos de otras tantas en peligro de desaparecer.
Las cifras que expondré a continuación sobre el crecimiento de la población mundial desde el año mil a la fecha están extraídas del Diccionario de Demografía en francés.
Según la anterior referencia:
- En el año 1000 había 300 millones de seres humanos.
- En 1750 llegaron a 800 millones.
- El aumento anual era del 0,1 %.
- En 1985 (en solo 235 años) había 5 mil millones de seres humanos en el planeta.
- En el año 2000 ya eran 6 mil millones.
- En el 2006 el número de seres humanos sobrepasa los 7 mil millones.
- Hoy el aumento de población mundial es de 3 % anual.
Entonces, aunque la caída del índice de mortandad, por los adelantos científicos y técnicos en materia de salud, es uno de los factores que han generado este incremento en el índice de población mundial, es obvio que hay además otro factor importante que es la procreación.
Surge la pregunta: este crecimiento demográfico ¿es consecuencia del amor o es consecuencia del egoísmo?
Si tuviera que mencionar los porcentajes en el crecimiento de divorcio, abuso infantil, aborto, explotación infantil, desnutrición, etc. La respuesta no sería tan difícil de ver.
El control del índice de población no puede ser a través de las guerras, las epidemias, la desnutrición a causa de la miseria, por el aborto, el homicidio y otra tantas formas genocidas, sino por la verdadera mutación psicológica que nos haga responsables y compasivos a extremo tal que seamos capaces aún de trascender nuestra propia tendencia biológica de reproducirnos, si es que no existen las condiciones dignas y propicias para el sano e inteligente desarrollo de ese nuevo ser.
Estoy conciente que esto que estoy diciendo puede sonar muy fuerte, lo es, es muy cruel, es muy triste pero lamentablemente, es la verdad.
En mi caso, cuando a Cecilia por primera vez se le planteó esta interrogante de si el mundo era apto para niños, inmediatamente repitió un slogan: “los niños son la esperanza del mundo”; “si nadie tuviera hijos desapareceríamos como especie”, estas mismas frases las seguí escuchando cientos de veces en el transcurso de mis veinte años de casada. Nunca la humanidad ha estado en peligro de desaparecer por escasez de seres humanos.
La primera vez que escuché esa pregunta de “si el mundo es apto para niños” fue planteada por el hombre que había conocido sólo dos meses antes y con quien ya estaba casada así de súbito.
Rubén me pidió que nos abstuviéramos de concebir por lo menos un año y que mantuviera la pregunta presente, sin responder, hasta que surgiera la respuesta desde muy dentro de mi conciencia. Mientras tanto, me iba compenetrando más y más de la maravillosa enseñanza de la Percepción Unitaria que llegó a mí, junto con este extraordinario ser humano que es mi amado esposo.
Al principio de nuestra relación, creía ver en él cierta indiferencia al más intenso deseo que surgía en Cecilia para procrear. Mis padres, hermanos y amigas presionaban con la pregunta consabida: ¿cuándo van a tener hijos? y yo en mi soledad debía esconder alguna lágrima que brotaba desde aquella tensión interna que había entre el deseo de ser madre y la necesidad de ser fiel a la más hiriente verdad que se iba presentando.
Por fortuna, comenzar a convivir con Rubén era comenzar a comprender también la necesidad de abordar la realidad desde una nueva percepción, por lo que al mismo tiempo había comenzado también para Cecilia el interés por comprender todo lo que este admirable hombre tenía para compartir resumido en su definición del hecho de la Percepción Unitaria: “Percibir todo lo perceptible al mismo tiempo, sin esfuerzo y sin expectativa”.
No hay duda que cuando uno comienza a tener los esbozos vivenciales de la Percepción Unitaria, se vuelve difícil no ver dentro y fuera que el egoísmo es el regidor en cada acto cotidiano, y aunque procrear sea un profundo deseo que proviene de aquellas entrañas de arcilla enhebradas tal vez por los Ángeles con la Luz Divina, como dicen los Salmos en el Viejo Testamento, ese hecho teóricamente amoroso de la maternidad está frecuentemente plagado de egoísmo y arrogancia disfrazados de amor.
Qué podía contestarles a mis queridos padres en aquellos tiempos cuando soñaban con esos nietos mitológicos que vendrían del vientre de su hija más joven. Qué podría responderles cuando mi dilema no me permitía pensar claramente en una respuesta inteligente y compasiva.
Durante los primeros doce meses de mi relación matrimonial se iba haciendo más y más evidente la respuesta, aún así, la pregunta continuaba palpitando en mi cabeza: ¿es acaso este mundo que hemos hecho apto para niños?
Fue al ir comprendiendo la vida en Percepción Unitaria que se fueron desprendiendo muchas vendas de mis ojos, comencé a ver con más fidelidad la realidad que estaba siempre a la vista y que uno no quiere ver por miedo a lo que uno pueda ir descubriendo. Comencé a ver claramente cómo está constituida nuestra sociedad y por primera vez, quizá vi a Cecilia misma y su milenario condicionamiento, listo para repetirse en esta perfecta trampa que hemos creado para nosotros y nuestros hijos.
Una mañana cualquiera me desperté con la firme comprensión de que efectivamente este mundo así como está es incapaz de producir un nuevo ser humano y que Cecilia era parte de ese mundo, por lo que se impuso en mí el deseo de comprender hasta el final la vida en Percepción Unitaria junto a Rubén y mi energía estaría puesta de allí en adelante, en ir viendo a cada instante el condicionamiento que me constituye y que sólo es posible ir trascendiendo en el hecho de vivir a cada instante en Percepción Unitaria.
Así fue que nuestra inteligencia se sobrepuso al inevitable deseo de expresar nuestro inmenso amor en forma de hijos y hasta el día de hoy lo sigo viendo de la misma manera.
En conclusión, creo que la humanidad está realmente en un momento crítico, tanto desde el punto de vista físico, como espiritual, social y psicológico. Creo que para Cecilia es y fue importante hacerse esta simple pregunta: ¿es este mundo apto para niños? Y si tuviera que responder a la pregunta que éste congreso nos plantea hoy, honestamente tendría que decir: no sé si la humanidad sobrevivirá, pero lo que siento es que el egoísmo no es el camino, como no lo es el mero hecho de procrearnos en la carne sin el antes necesario nacimiento a una nueva vida en Percepción Unitaria, que nos vaya dando la verdadera mutación psicológica y por contingencia la nueva conciencia afín con el amor, la inteligencia, la compasión y la vida.
Quisiera terminar con una cita Bíblica de Jesús en la Vía Crucis hablándole a las mujeres en el camino que lloraban por él, dijo:
“Hijas de Jerusalén no lloren por mi, lloren por vosotras y por vuestros hijos porque día llegará en que dirán benditos los pechos que no amamantaron y los úteros que no parieron porque si esto hacen ahora que el leño está verde ¿qué harán cuando el leño esté seco?” (Lucas 23:28-31).
Judith Cecilia González Luna.
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