Escritos

Introducción al Encuentro en Lima (Perú) 1989

(24va. gira de encuentros por Latindioamérica)

La Pequeña Gran Salida

Afortunadamente el concepto de holokinesis en Física actual y la revolución Tecnológica que trajo el holograma, nos permiten indagar en la psicología de una manera nueva, refrescante y profunda.
Esto ha traído una profunda revolución en la compren­sión del espacio, el tiempo, la energía, la materia y, el movimiento. Esta revolución fue confirmada de manera es­pontánea y pragmática (en la transformación de la capacidad de observar) por un mutante psicológico (Krishnamurti -JK-) antes que se hiciera relevante para el físico David Bohm o el psiconeurólogo Karl Pribam
Afortunadamente David Bohm buscó a Krishnamurti y ambos fundaron centros educativos y sostuvieron diálogos trascendentales en los últimos años de la vida de ambos. El libro «El Final del Tiempo» (Edhasa-España) refleja uno de esos diálogos grabados.
Yo me encontré con ambos repetidamente entre 1975 y 1989 y eso me facilitó la transformación de mi propia capa­cidad de observar.
A esa manera de observar que he descubierto la denomino Percepción Unitaria. (Ver el libro “La Percepción Unitaria”-2014)
De esa transformación de la observación estoy hablan­do desde junio de 1978, cuando ocurrió mi primera viven­cia trascendental, algo que llamo «Aquello».
Espero que ustedes escuchen con atención y sin esfuerzo a lo que tengo que decirles y si compartimos esa vivencia verán ustedes por qué yo raramente hablo de ninguna otra cosa desde 1978.
En 1978 comenzaron mis giras de encuentro por Esta­dos Unidos, Europa y Latindioamérica. Esta es la 24va. vez que salgo de casa -1989-para intentar lo más importante de la exis­tencia, gastando todos los ahorros, que son el producto de mi trabajo diario y de ninguna otra actividad.
Para el 2014 el autor ya había realizado más de cuarenta giras desde Alaska hasta la Patagonia Chilena-Coyhaique- y Argentina-Comodoro Rivadavia-Fue invitado a Irlanda, seis veces a España, dos veces a China, así como a Rusia e India.
Ustedes podrían preguntarse, naturalmente, qué hice des­de 1975 a 1978. Ese fue el lapso transcurrido entre mi pri­mer contacto con Krishnamurti (1975) y mi primera viven­cia trascendental (1978).
Fueron tres años de shock intelectual, de conmoción in­terpersonal, de cambio profesional, de mudanza a otro he­misferio terrestre, de intentar «sin éxito» la transformación psicológica que parecía a veces insensata y a veces imposi­ble. Fueron tres años de crisis. Me debatía entre lo que quería hacer y lo que podía hacer.
Por suerte un día de 1978, sentado en un aeropuerto, Frankfurt-Alemania- esperando un avión sucedió «Aquello» por primera vez.
Estoy aquí para intentar contarles un cuento fantástico pero muy real. El cuento de una mutación psicológica radical.
 
Cuando Aquello Llega
 
Después que Aquello tocó mi cerebro por primera vez en junio de 1978, en el aeropuerto de Frankfurt, por unos seis o siete minutos, toda mi vida cambió. Conocí la paz, el gozo, el sexo vibrante, clónico, convulsivo de pasión, la energía duradera, algo que substituyó a la duradera tristeza de haber perdido a tantos amigos desaparecidos en la Argentina de los sesenta y setenta.
Cuando vi a Krishnamurti nuevamente en 1979 él reconoció el cambio y volvió a insistir en que hablara con la gente.
Me dijo algo así: «La experiencia transformadora ya pasó ¿puede usted quedar sólo con la transformación?
¿Puede usted hablar sin autoridad, sin creerse más importante que nadie? Cuando cesa la autoridad queda sólo la verdad.
Cuando usted no es importante puede ser importante lo que usted diga. Pero para eso debe haber intensa y enorme atención, gran compasión e inteligencia, la inteligencia exquisita de la compasión misma.
Al no ser importante, usted no caerá bajo la constante inquisición de los que quieran asegurarse de su honestidad sin ver que la única honestidad valedera es la de uno mismo.
Al no ser importante, usted no será aprisionado en los innumerables rumores de todo tipo que harán circular en torno suyo.
Reúnase con sus amigos, todos al mismo tiempo viendo juntos la misma cosa, el mismo tema:
¿Por qué no hay paz y compasión?
¿Por qué Aquello, lo desconocido, no es parte de nues­tra vida diaria?
Cuando visité Venezuela por vigésima tercera vez, me dijo el amigo Henry León, a fines de 1988: «¡Rubén, me habían dicho que te habías muerto de cáncer!» Le contesté que los muchos muertos (o los zombies) quisieran que to­dos los pocos vivos desaparecieran.
La vida verdadera no es la vida imaginaria.
El escepticismo es útil para que la creencia se transfor­me en vivencia, en algo vivo. Y cuando comienza la viven­cia de Aquello, entonces la creencia y el escepticismo llegan también a su fin.
Es necesario que veamos juntos la verdad de la vivencia de Aquello.
La verdad no teme al escrutinio de los que buscan la verdad, pero jamás llega a los que la temen.
¿Quieren ustedes la vivencia, o quieren ahogarla con televisión, creencia, chismes o el interminable bla-bla metafísico y filosófico?
¿Quieren perder el miedo que tienen a Aquello volviéndose cínicos e invalidando la posibilidad de que la mente humana reciba o alcance lo imposible, lo desconocido y lo ilimitado?
 
Nuestro Intento 
(Compartir la Percepción Unitaria)
 
Lo que me propongo no es expresar una teoría formulada, sino compartir una experiencia real. Esta experiencia comenzó siendo un cambio súbito y espontáneo en mi manera de observar. Esforzadamente intenté transmitirlo en mi libro «Psicología Holokinética” El único paradigma científico en psicología» -2013-
Yo, como tantos otros, había vivido más de treinta años acorralado, fragmentado, aislado en creencias, fórmulas, teorías e ideologías del pensamiento.
Vivía como tantos viven, preso en las reacciones del conflicto emocional: rabia, tristeza, codicia, el deseo de tener el futuro asegurado y el miedo de perder esa ilusión.
Tuve suerte de no haber estado preso del hábito de la televisión, escuchar música o canciones compulsivamente, fumar, drogarme, obsesionarme con el sexo o beber alcohol. Nunca tuve adicción por el teléfono ni por las vanidades sociales. El pensamiento y su producto el YO, es el acto de hipnosis mutua donde se encapsula la libertad, donde se sofoca el amor y donde se desvirtúa la verdad, cada vez que éste va más allá de su función operativa.
Un día de junio de 1978, vivencié por casualidad unos seis o siete minutos de observación en éxtasis, olvidado de mí y disuelto en la Percepción Unitaria de todo lo que podía ser percibido. A cada instante el mundo accesible a los cinco sentidos iba penetrando en la conciencia de ese observador, por los cinco sentidos al mismo tiempo.
Nunca había vivido tan intensamente pero no había conciencia de observador sino sólo conciencia de observación.
No hubo ningún recuerdo y el futuro no existía. Había pasado diez días con Krishnamurti, pero eso no parecía relevante en aquella «conciencia esférica» de la Percepción Unitaria.
Cuando intenté compartir esta vivencia transformadora, pocos entendían la vivencia misma. Muchos se enredaban en el bla-bla de la especulación intelectual o en la invalidación de Rubén.
La vivencia se invalidaba sin compartirse, comparándola con una palabra oriental o filosófica o psicológica (o aún por el chiste).
Los que no me habían conocido me buscaban como guía para que les diera consejos sobre cómo vivir mejor en la vida imaginaria pero no parecían percatarse de que se puede dejar esa vida y vivir bien en la vida verdadera no imaginaria.
Sin embargo, cuando hablaba con los que entendían la vivencia misma, más allá de las palabras, me daba cuenta que la experiencia misma puede compartirse en un diálogo sincero y abierto, uno a uno, con o sin la participación silenciosa de otros.
Los que entienden son los que no esperan cambios, sino sólo transformación propia. Y la transformación se va dando en la percepción sin futuro de todo lo perceptible dentro-fuera, al mismo tiempo.
Me di cuenta que en ese diálogo en Percepción Unitaria, los dos participantes se transforman sin querer en gurú o guía (uno del otro) al mismo tiempo, sin que se necesite un gurú o guía pagado u organizado. El flujo de la existencia toda se va compartiendo sin técnicas, sin jerarquías, sin metas y sin ideas en el orden de la comunión real.
Después de ese «uno a uno» la vivencia continúa a solas y facilita la alegría, la paz, el orden, la relación y aún la regeneración física. Además, después de diez años de casi constante Percepción Unitaria, han comenzado a ocurrir en sí algunos fenómenos llamados parapsicológicos que son muy fascinantes, tanto para mí como para los muchos testigos, pero estos fenómenos no tienen ninguna importancia.
Estos fenómenos pueden transformarse en un nuevo corral intelectual.
Creo que lo más importante de esa vivencia (no idea) de la percepción unitaria, es la capacidad que adquiere el individuo de vivir realmente en comunión con los demás, libre de los «corrales» ideológicos, cognitivos, interpersonales, emocionales, sexuales y conductuales en que vive la humanidad sufriente. En Percepción Unitaria uno sabe que la unión de la humanidad es posible como «hecho» y no sólo como mito religioso o político olvidado.
El asesino y el suicida que se ocultan en nuestro pensamiento y en nuestra cultura deben dar lugar a la observación en Percepción Unitaria, abandonando la ilusión del futuro asegurado.

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